Asimilar el concepto de ‘capital ficticio’ es como caminar por un paisaje nublado. Esto se debe, en parte, a que la economía financiera se basa en la venta de un futuro invisible. La niebla tiene la particularidad de ocultar el paisaje hacia el que avanza un caminante. Las partículas de agua reducen la visibilidad del panorama, y los complejos instrumentos financieros generan una opacidad similar al intercambiar un futuro intangible. Como si avanzara por una playa cubierta de bruma, el sistema económico se mueve. En “Playa Privada”, las obras de Ignacio Gatica evocan este encuentro nebuloso entre el sujeto y el capital ficticio.

Si “Playa Privada” fuera un poema, las obras de Gatica ofrecerían una nueva estructura mientras conservan el vocabulario característico del artista. En “Sujeto Cuantificado”, presentado en la galería Von Ammon en 2022, Gatica adoptó formalmente el lenguaje visual del sistema financiero internacional. Obras como Stones Above Diamonds hacían referencia directa a las pantallas de cotización bursátil de Wall Street. En “Playa Privada”, en cambio, Gatica utiliza objetos de la economía financiera para construir un reflejo más abstracto. En lugar de mostrar números relacionados con la deuda externa por país o los datos brutos de empresas cotizadas en la Bolsa de Nueva York, “Playa Privada” oculta estas métricas y las sustituye por paisajes inquietantes. Las pantallas de Gatica ahora reflejan la opacidad de los sistemas financieros que han marcado su práctica reciente.

Parecidas a pequeñas pinturas digitales y enmarcadas en roble, diez obras creadas con paneles LED adoptan la forma de ventanas en lugar de las pantallas circulares de cotización bursátil. Luminosas, cada una representa una puesta de sol sobre un horizonte montañoso. Al igual que las pinturas del Monte Tamalpais de Etel Adnan, los atardeceres de Gatica son claramente americanos: la comparación con la cordillera que atraviesa el continente es inevitable. La montaña de nuestra cotidianidad se representa en paneles LED con formas geométricas estrictas. En Sunset, dos franjas de color —una azul y otra verde— sugieren una cadena montañosa. Sobre el verde, otra franja azul parece ser el cielo, y sobre ella flota un círculo celeste: el sol. La complejidad del atardecer se condensa en amplias franjas de colores planos. Cada atardecer evoca la idea de un lugar que trasciende su realidad terrenal.

De manera inesperada, mientras observamos el horizonte digital, el paisaje cambia. La forma de cada franja de color se transforma, creando una nueva composición. Este cambio desorientador ocurre porque el contorno de la montaña es, en realidad, un fragmento de un gráfico financiero. Sunset, al igual que Stones Above Diamonds, depende de un algoritmo que extrae datos de plataformas como Yahoo Finance, que ofrecen cotizaciones en tiempo real del capital ficticio. El gráfico que determina los cambios topográficos de los atardeceres representa un contrato que se actualiza en tiempo real, siguiendo un acuerdo estandarizado de una acción a un precio predeterminado en un plazo futuro. Podemos imaginar entonces que Sunset se observa desde un reflejo irregular. Si intentáramos representar en un sistema de coordenadas un contrato de futuros para una materia prima negociada en el COMEX, como el cobre, obtendríamos una línea no lineal.

Mayo 25, (HG=F)
Tal como: la montaña
Tal como: la niebla

Vista de cerca, esta línea parece caprichosa. Sus trazos y puntos de inflexión no están definidos por una ecuación, sino que responden a eventos complejos, resultando en un terreno frenético pero trazable. Sin embargo, al alejarnos del gráfico de Mayo 25 (HG=F), descubrimos cierta regularidad, como si se tratara de una cordillera. Estas obras se desarrollan como una serie de valles y cumbres en la espina dorsal de las Américas. A diferencia de la aparente permanencia de las montañas que rodean la galería, las montañas de Gatica son efímeras, delineadas por la volátil topografía del capital ficticio. En cada una de estas diez ventanas, presenciamos un acto de traducción en tiempo real.

Al igual que en los atardeceres LED, las pantallas electrónicas de las máquinas de redcompra reflejan paisajes naturales. La yuxtaposición entre tecnología financiera y paisaje natural se convierte en un motivo central, y el reemplazo de números por naturaleza difumina la distancia entre opuestos. La incertidumbre que enfrentamos al acercarnos a la máquina es solitaria. El encuentro es íntimo, similar a sostener un teléfono móvil en nuestras manos. Pequeñas y opacas, las pantallas nos obligan a acercarnos, como al ingresar una clave secreta. El espacio y tiempo del paisaje se integran en la máquina, pasando de tres a dos dimensiones, aplanándose como una tarjeta de crédito, y cualquier orden original se vuelve indescifrable.

El Economista Como Predicador toma su título del ensayo de 1982 del economista de la Universidad de Chicago y miembro de la sociedad Mont Pelerin, George J. Stigler. En este ensayo, Stigler sostiene: “Ya sea un conservador o radical, proteccionista o librecomercialista, cosmopolita o nacionalista, religioso o pagano, es útil conocer las causas y consecuencias de los fenómenos económicos.” Aunque podríamos entender esta tesis al leer el texto, su contenido pragmático está ausente en la galería. El signo en el panel de aluminio vacía la frase titular de su significado. La superficie lustrosa del panel plantea preguntas sobre la mercantilización del lenguaje en un contexto globalizado: ¿puede el lenguaje ser mercantilizado? Desde 2015, Gatica ha experimentado con objetos y formas que exploran cómo el lenguaje y su abstracción, en manos de la mercantilización, se entrelazan con la expansión del globalismo económico y el triunfo de las políticas neoliberales.

Vaciadas de su significado, las palabras en El Economista Como Predicador están sujetas a un proceso interminable de resignificación, al igual que el paisaje en Sunset o las secuencias en las máquinas de redcompra. Es a través de esta maleabilidad que los signos en “Playa Privada” se mueven por un panorama brumoso. En El Economista Como Predicador, el significado de las palabras se difumina no solo por su falta de especificidad, sino porque, como objetos, su impacto visual —denso y a la vez borroso— recuerda a los nuevos vehículos repartidores de Amazon Prime o los Tesla Trucks. La sublimación de estos objetos es extrañamente opaca y reflectante a la vez. En tonos opacos con tintes grises, el panel resulta ser un objeto de alta densidad visual, como si existiera en un plano superpuesto con lo natural o quebrantara la división entre imagen computarizada y natural. Al alzar la mirada para leer el título de la obra, percibimos que en la galería no solo nuestros ojos intentan descifrar el mensaje. Mientras las pantallas de las máquinas de redcompra ofrecen un encuentro íntimo, El Economista Como Predicador propone uno colectivo. Similar a los carteles en la vía pública, como anuncios en carreteras o fachadas de edificios, la lectura del panel es simultánea y colectiva, pero con la complejidad implícita que absorbe y refleja, como la pintura automotriz de esos vehículos.

En Chile, sabemos que la permanencia del terreno natural es una ilusión. Vivimos como en uno de los Sunsets de Gatica, recordando constantemente, a través de las placas tectónicas bajo nuestros pies, que el paisaje puede cambiar en cualquier momento. Esta relación con el territorio genera una incertidumbre sobre el suelo en el que nos situamos, donde la opacidad que media nuestra relación no es solo una cuestión de percepción, sino una característica inherente al terreno. No son solo los terremotos, sino también los 6,435 kilómetros de costa brumosa los que lo confirman. No importa cuántas veces hayas caminado por una playa ventosa; cuando la niebla matutina se retira hacia las montañas, al regresar al amanecer te enfrentarás nuevamente a esa niebla vertiginosa. La densa nube de pequeñas gotas de agua, cuando es suficientemente espesa, convierte la topografía en una incertidumbre bajo nuestros pies. Esta es la misma opacidad marina en la que se pierde y que atraviesa la protagonista del poema “Electra y la niebla” de Gabriela Mistral. “Playa Privada”, entonces, no solo alude a la privatización ilegal del borde costero, sino que también es un axioma poético que requiere mayor atención: puede referirse al espacio entre nuestra retina y el último grano de arena visible antes de la densa camanchaca.


Cristalina Parra

Playa Privada, Galería Patricia Ready, Santiago, Chile 2025